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Falta de perdón

  • Foto del escritor: Luca Cardoza
    Luca Cardoza
  • 24 jul 2024
  • 13 Min. de lectura

La palabra perdón aparece en la Biblia 16 veces y aunque puede parecer poco, la Biblia es el libro que nos muestra lo que es el perdón en su máxima expresión. Lamentablemente, hoy en día si escuchamos hablar o pronunciar la palabra perdón, es una palabra vacía, sin el verdadero sentido de lo que significa.

Estoy segura de que has escuchado o dicho las frases: “perdono, pero no olvido” “que te perdone Dios, pero yo no”, y otras más, que en realidad lo que demuestran es resentimiento, odio e ira, pero no perdón y mucho menos amor hacia la persona que nos causó daño.

Por esta razón, es importante que conozcamos la definición de perdón: la RAE nos dice que es una remisión de la pena merecida, de la ofensa recibida o de alguna deuda u obligación pendiente. Wikipedia dice: que es un proceso voluntario e intencional por el cual el ofendido cambia sus sentimientos y actitudes sobre una ofensa, liberándose de las emociones negativas, como el deseo de venganza, y cultivando el deseo de hacer bien al ofensor y la palabra de Dios nos dice “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”. (Mateo 5:43-45) 

Como podemos notar, en las definiciones, el perdón es una práctica poco común, hoy en día sin darnos cuenta cuando nos ofenden, nos hacemos esclavos de la falta de perdón, la cual carcome nuestro interior y crecimiento espiritual, además de alejarnos por completo al mandato de Cristo de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

Por esta razón, en este ensayo pretendo mostrarte cómo la falta de perdón puede dañarnos, física, emocional y espiritualmente, dejando que nuestras emociones pecaminosas nos dominen, pero a pesar de qué tan profundas estén nuestras raíces de amargura, hay esperanza en Cristo para renovar nuestra vida vida y comportarnos como verdadero cristiano, obedeciendo al buscar la paz siempre que dependa de nosotros.

 

1.     Falta de perdón

Guerra genera más guerra, pero como verdaderos cristianos debemos procurar hacer la paz en todo tiempo. En el libro Pacificadores, Ken Sande, nos dice que los pacificadores o personas que perdonan son personas que respiran gracia.[1] Pero como humanos, es normal que, si alguien nos maltrata o se opone a nosotros, nuestra reacción natural es justificarnos y hacer todo lo posible porque la otra persona seda a nuestros deseos, optamos por ser egoístas y esto provoca que actuemos por impulso, empeorando la situación.

Ante esto, la palabra de Dios nos dice que: el corazón apacible es vida para el cuerpo, pero las pasiones podredumbres para los huesos (Proverbios 14:30 NBLA) por lo tanto, podemos entender que la falta de perdón y el resentimiento se retroalimentan mutuamente. Al dar lugar al resentimiento, nos incapacita para perdonar y hasta que no accedemos a perdonar, no podremos librarnos del rencor[2], ya que nuestro mayor objetivo es conseguir lo que queremos, aunque esto signifique sacrificar la paz.

Este es un ciclo tóxico y muy dañino, ya que cuando experimentamos las ofensas y nos hieren, construimos muros a nuestro alrededor para “protegernos”, y evitar ser heridos nuevamente. Esto nos hace escondernos en la fortaleza de la amargura, la indignación, la irascibilidad, la desconfianza, el pesimismo, el retraimiento y la victimización, pero detrás de esa protección se oculta la baja disposición para perdonar y más cuando nuestras actitudes y comportamientos pecaminosos nos han llevado a este conflicto.

Detrás de esa máscara de conmiseración justificamos nuestro actuar, pretendiendo dejar claro que merecemos justicia, y buscamos maneras de perjudicar a la persona que nos a daño, ya que ante nuestra justicia el agresor merece lo peor, de esta manera la ofensa se alimenta de nuestros propios pensamientos y argumentos de resentimiento y adopta un estilo de pensamiento rígido, inflexible e impenetrable a los datos que no coincidan con nuestra valoración de la situación.[3]

Ante esto, Pablo dice: “Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”[4]. Por esta razón, los creyentes, necesitamos aprender a llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, como medio de quebrantar esos muros.

Si dejamos que las acciones pecaminosas nos dominen, los que están a nuestro alrededor se sentirán justificados para actuar de la misma forma, esto debido a que ven nuestro ejemplo como cristianos, si leemos Efesios 4:31-32, Pablo nos exhorta a dejar la amargura y la ira, siendo la falta de perdón una de las principales causas de la amargura ya que el resentimiento es interminable, y cuando rumiamos la falta una y otra vez en nuestra mente, nuestro corazón se endurece, se deprime y pierde la esperanza y lo único que nos mantiene activos es la sed de venganza.

Por lo tanto, se puede decir que la amargura es una herida crónica que supura diariamente, que nos contamina y no nos ayuda para terminar con nuestro dolor. La manera más efectiva para quitar la amargura y el dolor es perdonando. De no hacerlo, estamos haciendo todo lo contrario a lo que nos dice proverbios, «haciendo el mal, nos convertimos en personas orgullosas, arrogantes que van por el mal camino y nuestra boca habla perversidades», además, no amando a nuestro prójimo estamos demostrando que estamos lejos de ser seguidores de Cristo.

También, podemos observar que la falta de perdón distancia a las personas, esto nos lleva a la depresión por causa de la soledad, causando sentimientos suicidas. Además, si tenemos falta de perdón nos dañamos físicamente, ante toda esa tensión, nuestro cuerpo reacciona con enfermedades por el resentimiento diario, también dañamos nuestra mente al recordar constantemente el daño recibido y planeando su venganza, ante esto, psiquiatra Mariana Rojas comento en una de sus entrevistas lo siguiente:

“No he conocido a una persona amargada y resentida que no esté enferma e infeliz”.

Y ante esto proverbios nos dice:

«El misericordioso hace bien a su alma, pero el cruel daña su propia carne» (Proverbios 11:17 BTX).


De la misma forma, no solo nos dañamos física y mentalmente, si no también espiritualmente ya que la falta de perdón nos aleja de Dios, y Él mismo nos dice en Su palabra, que el abomina a los corazones perversos,[5] por lo tanto, es necesario que entendamos que no solo le hacemos daño al agresor, sino también a nosotros mismos, dañando por completo nuestra relación personal con Dios y también a nuestro cuerpo que también es un regalo de Dios.

Se puede decir que la falta de perdón es como una herida profunda que no se ha tratado como es debido y cada día supura más, luego hace que la parte en la que está se gangrene ya que la infección llegó hasta los huesos, por eso proverbios nos advierte que los malos sentimientos son podredumbre a los huesos.

 

2.     ¿Por qué perdonar?

Ante esta pregunta, quisiera hacer énfasis en el mandato que Jesús hace a Sus apóstoles adonde Él les dice que, su testimonio público está vinculado con su forma de tratar a los demás, porque debemos amarnos unos a otros como Cristo nos ama y de esta manera todos sabrán que somos discípulos Suyos, por lo tanto, ante este mandato la pregunta de ¿por qué perdonar? Prácticamente ha sido respondida, ya que es un mandato perdonar al prójimo, amarlo y si es necesario ayudarlo en momentos de dificultad.

Desarrollar la virtud del perdón es inherente al llamado de ser discípulos de Cristo. El perdón es un rasgo del carácter de Dios, por lo tanto, Él espera que Sus hijos reproduzcan Su carácter, de modo que al perdonar el creyente se identifica con Cristo.[6] Tristemente hoy se ven muchos casos en los que a pesar de muchos años conociendo la palabra de Dios, al ser ofendidos, no existe en nosotros la mínima intención de perdón, por esta razón vemos a los hijos contra los padres, hermanos de la misma iglesia, amigos, familia, todos en una guerra sin fin.

Lamentablemente, ante esto las redes sociales no ayudan mucho, al contrario, nos vuelve seres cómodos y nos hacen pensar que no necesitamos perdonar, ya que si perdemos a un amigo físico, en sus plataformas digitales podemos tener más amistades, pero esto no es todo,  acá no se trata de reemplazar solo amigos físicos por digitales, sino también, a la familia que nos abandona o no nos comprende, en estas plataformas nos hacen creer que somos parte de una familia o comunidad en la que podemos encontrar aceptación, sin necesidad de cambiar nuestros hábitos pecaminosos.

Esto sin duda está desviando el perdón y el amor al prójimo, ya que, si una persona no está de acuerdo con nuestras acciones, diez si lo estarán en estas plataformas, entonces ¿para qué perdonar, si pierdo un amigo o familiar encuentro a más personas a mi favor en otro lado? Este pensar causa falta de interés ante el perdón y la reconciliación, por lo tanto, pasamos por alto el mandato de Jesús y olvidamos por completo que nuestro testimonio no será el de un verdadero discípulo de Dios.

David es un ejemplo de perdón, cuando fue perseguido por Saúl y luego por uno de sus hijos, quienes lo querían matar sin ninguna compasión, él los perdonó, aun en medio de su dolor y tristeza; en el Salmo 4:4 nos dice que podemos enojarnos, pero en la noche antes de dormir meditemos en los deseos que hay en nuestro corazón y callemos. Esto nos enseña que definitivamente podemos enojarnos o airarnos, pero no pecar, estamos conscientes que vivimos en un mundo pecaminoso, pero aun así no debemos actuar como ellos, al contrario, debemos ser la diferencia.

No podemos vivir en una guerra constante con los que están a nuestro alrededor solo porque no actúan de acuerdo con la palabra de Dios, actuemos primero nosotros como Él nos manda, orando por nuestros enemigos, por los que nos han causado daño y reflejemos a Dios por medio de amar a los que nos maldicen, como lo hizo David, además el perdón es indispensable en las relaciones interpersonales, somos seres humanos imperfectos, por lo tanto, estamos propensos a ser heridos o a herir a otras personas, por lo mismo, debemos saber perdonar o pedir perdón, Pablo en Colosenses nos dice que nos soportemos y nos perdonemos unos a otros,[7] además, el perdonar es un mandato de Dios que no admite excusas y no tiene límite de veces para otorgar o pedir perdón.

Olvidar la falta no es indispensable para perdonar. Perdonar es sanar los recuerdos, y recordar sin dolor. El tiempo no cura las heridas emocionales, el perdonar por medio de Cristo sí, ya que Él fue enviado para sanar a los quebrantados de corazón[8]. Perdonar se alinéa con la decisión de construir amor en vez de odio. El amor, que es lo opuesto al odio, se forja a través de acciones amorosas, por esto, necesitamos entregar nuestro dolor y enojo a Dios, como la mejor vía para sanar, perdonar y seguir adelante con nuestra vida amando a nuestro prójimo.

John MacArthur dice que: “El perdón es tan importante para el andar cristiano, que nunca se alejó del foco de las enseñanzas de Jesús. Sus sermones, sus parábolas, sus enseñanzas en privado, e incluso sus oraciones, todos estaban llenos de las elecciones del perdón”. El tema del perdón es vital en la palabra de Dios. La Biblia está llena de exhortaciones acerca del perdón. No se puede ser un practicante de la palabra de Dios, y obviar el tema del perdón. El perdón entrelaza toda la trama, historia y doctrinas bíblicas”[9].

Otro dato importante que se debe mencionar al momento de perdonar, es que debemos asumir la culpa si fuimos la causa del conflicto, ya que como dicen las Escrituras, es importante sacar primero la viga que hay en nuestro ojo antes que la mota del ojo del ofensor (Lucas 6:42), usualmente nosotros siempre tenemos parte de culpa, por lo tanto, siempre debemos ser humildes y examinarnos a nosotros mismos para darnos cuenta si en algo también nosotros fallamos, de esa manera lograremos una verdadera reconciliación entre ambas partes.

Perdonar muchas veces no es fácil cuando se lleva una cicatriz del daño causado, por lo mismo, es importante que si el daño es muy profundo debemos entender que esa cicatriz es necesaria para recordar cómo perdonamos y curamos esa herida, para que el dolor solo sea un recuerdo de un mal momento del que salimos adelante de la mano de Dios.

 

3.     Perdón verdadero

A través del evangelio, Dios nos brinda modelos que nos motivan a practicar el perdón, ya que en toda Su palabra vemos el perdón verdadero, desde Génesis hasta el Apocalipsis, a pesar de la desobediencia de Adán y Eva, el Señor prometió enviar al Salvador, a pesar de Israel ser un pueblo terco Dios cumplió Su promesa de llevarlo a la tierra prometida, por amor a nosotros envió a Su único Hijo a salvarnos y por medio de Su sacrificio nuestros pecados son perdonados.

Es importante notar que Jesús dio todo por nosotros y por Sus discípulos, aunque lo abandonaran en el momento más difícil de Su vida como hombre, y aun así Él no renunció a sufrir por cada uno de nosotros para que seamos perdonados, si lo pensamos bien, si Cristo hubiera actuado como nosotros en cada ofensa o diferencia con las demás personas, sin duda hoy estaríamos totalmente perdidos, sin esperanza de salvación, pero Él nos da una gran lección pasando por alto cada una de nuestras ofensas y nos da Su más grande amor, siendo crucificado para redimir nuestros pecados por medio de Su sangre, la cual es el pago único y perfecto delante de Dios.

Pero no debemos olvidar que Cristo mismo dijo que tenemos que perdonar para que nosotros seamos perdonados,[10] por lo tanto, esforcémonos por seguir los pasos de Cristo, siendo obedientes, quitando toda falta de perdón que nos aleja de ser hijos de Dios, actuemos como verdaderos hijos de Él,  amando a nuestro prójimo y no siendo hipócritas solo amando a los que nos conviene o queremos, Cristo fue Claro en Mateo 5:43-48 en cómo debemos de actuar al ser verdaderos hijos de Dios, ante esto, no tenemos excusa de ignorar como debe ser nuestro actuar ante cualquier ofensa, tomando en cuenta que si somos llamados hijos o seguidores de Dios, nuestro comportamiento debe ser misericordioso y benigno como lo es Él, y la falta de perdón está en contra de la naturaleza de Dios y de Sus hijos, por lo tanto, si decimos ser hijos de Dios el perdonar debe ser natural en nosotros.

Cuando un cristiano aprende a buscar la paz, puede convertir un conflicto en una oportunidad para fortalecer las relaciones y ser un testimonio del amor y poder de Cristo[11], por esta razón, debemos escudriñar las Escrituras para fortalecernos espiritualmente y estar preparados para resistir la tentación, obedecer los mandamientos y vivir una vida que honra a Dios.

Como humanos, el perdonar no será fácil, pero practicar el ejemplo del perdón verdadero de Dios nos debe alentar a ponerlo en práctica en todo tiempo, de esta manera pasar por alto las pequeñas ofensas y las grande saberlas soportar y perdonar, porque cuando Dios nos manda a perdonar no hay excepción de ofensa, por consiguiente, tenemos que perdonar, aunque no sintamos la necesidad de hacerlo.

Pongamos como costumbre la misericordia, la gracia y el perdón inmerecido que hemos recibido de parte de Dios.

  

CONCLUSIÓN

             

            Como hemos podido ver en este ensayo, diariamente pretendemos ser dioses, que los saben y dominan todo, pensamos que Dios, que hizo los cielos y la tierra, necesita ayuda, nuestro orgullo nos hace creer cosas que, si lo pensamos bien, ni nosotros mismos podemos creer.

             Actualmente el ser humano se considera más sabio e importante que Dios, tanto que no estamos dispuestos a perdonar a alguien simplemente porque no nos saludó, porque no piensa igual que nosotros o porque no hace las cosas como nosotros queremos, pero al estar conscientes del mandato de Dios que mientras dependa de nosotros mantengamos la paz, son faltas que podríamos pasar por alto, pero no lo hacemos.

Y cuando la falta hacia nosotros es más fuerte como un robo, un asesinato, una violación o cualquier otra falta grave, es cuando más queremos hacer justicia con nuestra propia fuerza y en nuestro tiempo, buscamos la manera de dañar herir y hasta matar para que sientan el dolor que nos causaron, dejamos a un lado a Dios como diciendo: “tranquilo no necesito de Ti, esto lo arreglo yo a mi manera, Tú eres muy condescendiente, yo le daré el castigo que se merece”.

Lamentablemente, hoy más que nunca queremos todo de inmediato, no queremos esperar a que Dios, por medio de nuestro sufrimiento, obre en la persona que nos dañó y menos en nosotros, porque el dolor y la ira nubla nuestra mirada y nos hace creer que no necesitamos de Él, ya que nosotros somos perfectos, que no nos equivocamos, somos seres indefensos que alguien dañó y por tanto merece el peor de los castigos, nos idolatramos tanto que solo pensamos en nosotros, en tener el placer de ver sufrir a quien nos dañó, sin importar si dañamos a alguien más en nuestra sed de venganza.

Este actuar nos hace recordar a Saul, él siempre quería las cosas a su manera y cuando no sucedía, actuaba impulsivamente destruyendo todo a su paso, su reino, su familia y su comunión con Dios, tanto que, quedó solo con todo su resentimiento, suicidándose por temor a que le hicieran más daño. Saul sin duda es un excelente ejemplo de cómo una persona se deja llevar por el odio y cómo su falta de perdón lo carcome por dentro no dejándolo vivir en paz.

Por esta razón, querido lector, te exhorto a que nos examinemos por medio de la Palabra, a aceptar el error cometido de no querer perdonar, y aceptar nuestro error si en algo aportamos para provocar la ofensa.

Glorifiquemos a Dios en todo tiempo y en todo lo que hagamos, aun en medio de los conflictos, esa es nuestra misión como cristianos, por lo tanto, actuemos conforme a Sus mandatos, porque Él sabe lo que es justo, dejemos de confiar en nuestras propias ideas pecaminosas queriendo hacer justicia con nuestras propias fuerzas, nuestra obediencia a Dios de muestra el temor y respeto que le tenemos, así mismo, conozcamos Sus caminos y obedezcamos Sus mandamientos, de esta manera mostraremos evidencia de la presencia del Señor en nuestras vidas, amando al prójimo como a nosotros mismos.

El amor es la clave del perdón, en Proverbios leemos «Quien pasa por alto la ofensa, crea lazos de amor[12]» y en corintios leemos que el amor es paciente, bondadoso, no tiene envidia, no busca lo suyo, no toma en cuenta el mal recibido, todo lo sufre, todo lo soporta[13]. Y al ser esta Palabra de Dios debemos ponerla en práctica y de esa manera disfrutaremos del verdadero poder liberador del perdón, sea que lo pidamos o nosotros lo otorguemos.


Escribiendo para la gloria de Dios, porque las buenas nuevas de salvación son para que todos las conozcamos. Luca.




[1] Pacificadores, Ken Sande pág. 10

[2] El camino del perdón. Arnoldo Arana pág. 85

[3] El camino del perdón. Arnoldo Arana pág. 88

[4] 2 corintios 10:4-5

[5] Proverbios 11:20 NBLA

[6] El camino del perdón Arnoldo Arana pág. 114

[7] Colosenses 3:13

[8] Lucas 4:18

[9] El camino del perdón, Arnoldo Arana pág. 117

[10] Mateo 6:14-15

[11] Pacificadores Ken sande pág. 10

[12] Proverbios 17:9b

[13] 1 Corintios 13

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